martes, 21 de enero de 2014

Seis por dos

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I

"La distancia que separa la lectura de la escritura es histórica. En la época de la mayor diferenciación social (antes de la instauración de las culturas democráticas), leer y escribir estaban a la par entre los privilegios de clase: la Retórica, el gran código literario de aquellos tiempos, enseñaba a escribir (aunque lo que de ordinario se produjera entonces fueran discursos, y no textos); es significativo que el advenimiento de la democracia haya invertido las órdenes: la Escuela (secundaria) se enorgullece de enseñar a leer (bien) y ya no de enseñar a escribir (el sentimiento de esta carencia vuelve a ponerse hoy de moda: se exige al maestro que enseñe al estudiante a 'expresarse', lo cual es en cierto modo reemplazar una censura por un contrasentido). 
(...)
 La historia de la música (como práctica, no como 'arte') es, por otra parte, bastante paralela a la del Texto."


II

"La reducción de la lectura a un consumo es evidentemente responsable del 'aburrimiento'; que muchos experimentan ante el texto moderno ('ilegible'), la película o el cuadro de vanguardia: aburrirse, en este caso, quiere decir que no se es capaz de producir el texto, de ejecutarlo, de deshacerlo, de ponerlo en marcha."




(BARTHES, Roland; "De la obra al texto"; Siglo XXI, s/d; 1971)

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