martes, 31 de enero de 2012

Libro de sueños

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"Con esa pose caballeresca, nadie se imagina lo que me llegaba a decir o lo que me pedía que hiciese, o lo que no llegaba a poder hacer, o lo que resultaba todavía más insolente y divertido: todas las cosas que me pedía que le dijera. 'Dime que eres mi puta. Repite: Soy tu puta', me suplicaba. Y al fin y al cabo, qué cuesta. Y tampoco es tan extraño. Y quien nunca lo haya hecho se lo pierde. Me bastaba con repetir esa fracesita para que reventase en mis brazos como nadie. Y así otras frases más. Algunas de ellas ni merece la pena escribirlas y en caso de repetirlas se las diría a un hombre y debería pensar antes en ese hombre para decirlas. El amor se hace también con el lenguaje, según Joyce. El lenguaje acompaña al amor como acompaña al tacto la mirada. Y vale la pena que lo sepa quien nunca lo ha probado. No es necesario tener el don de la palabra. Basta con que uno piense para los dos y el otro repita. Y diga, por ejemplo, algo así como: 'Dime que quieres que te folle'. Y eso, según en qué momento, suena a ángeles. Tanto decir te quiero, que es como decir nada, de tanto cargamento conceptual sobreañadido a la frase. 'Dime que eres mía', suena más ardiente. Y a todas las mujeres, en especial a las francotiradoras, les gusta decir 'soy tuya' en los momentos críticos. 'Di que tu coño es mío', me susurraba Joyce en persona. Y yo repetía automáticamente: 'Mi coño es tuyo'."

(AMAT, Nuria; Todos somos Kafka, Reverso Ediciones; Barcelona, 2004)


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