sábado, 16 de marzo de 2013

Suprematismo

-.-

Soy:
linda,
"muy abrazable",
politemática,
"para nada aburrida",
simpática,
sincera,
esforzada,
austera,
impuntual,
"super compañera".

Toco bien.
Cocino bien.
Garcho rico.

Uno de mis amigos más neuróticos y maravillosos dijo hace algunos años:
"Lo que pasa, Bel, es que tenés un radar de boludos".

Desde el disenso, me río seguido de eso:
ninguno de los hombres que me han atraído fuertemente entra en tal categoría.
Declaración de principios: No al boludo seductor.

Sin embargo, algo cierto hay ahí,
entre las palabras de mi neurótico y brillante amigo: la selección orientada.
¿Hacia qué otra categoría?

Rompo,
busco,
desarmo,
muevo.

La encuentro:
hombres que no tienen energía disponible para mí.

La defino por extensión:
gente increíble,
esforzada,
sincera,
puntual,
que hace con todo el aire eso que elige hacer,
que cocina bien,
que garcha rico y con todo el cuerpo;
hombres de agendas comprometidas,
de abrazos cálidos,
de palabras compañeras,
de ausencias cotidianas,
de postergaciones infinitas.

Hombres que me piden que aprenda a enojarme.
Tomo nota, cada vez, pero no dejo de sorprenderme ante tal pedido.
¿Qué lo motiva?

Sospecho estar haciendo algo mal en la manera de tejer.

Vuelvo al radar:
elijo hombres así porque se corresponden con el modelo masculino que me recorta la infancia;
elijo a estos hombres porque siempre fui una alumna aplicada, y esta resolución es casi de manual;
elijo a estos hombres porque busco que alguno me diga que me quiere, que me sostiene, que me acompaña, que me incluya en su agenda y vaya a los conciertos;
elijo a estos hombres porque mi padre ¿no ha sabido?, ¿no ha podido?, ¿no ha elegido? decir, sostener, acompañar, escuchar.

Y, claro, no pueden con eso que no les corresponde.

Y celebro que se den cuenta de que ahí, en esa demanda,
hay algo que no tiene que ver con ellos
y señalen, con su presencia, el lugar donde viven mis monstruos.

He de batallar contra ellos.
Tengo que ganar.

-.-


No hay comentarios: