-.-
Vuelvo de tocar pensando en A, B o C
y me encuentro con un perro cola entre las patas
acurrucado en el pozo de la vereda.
Hablo y para las orejas.
Acerco una mano para ser olfateada.
Se asusta.
Corre.
Pega la vuelta a la esquina.
Para.
Llego a esa esquina para ver qué hace.
Me ve allí y arranca a correr otra vez.
No pude ver el número ni el nombre en la chapita del collar.
No me llevo nada con que poder hacerle bien.
Sí la culpa: inmensa.
-.-
sábado, 20 de abril de 2013
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